Los expertos en bacterias advierten cada cuánto debes cambiar tus sábanas para evitar riesgos y dormir mejor

Aunque no se perciban a simple vista, los restos de sudor y piel que quedan en las sábanas tras cada noche crean un entorno propicio para bacterias y hongos, que se multiplican si no se lava con frecuencia adecuada. Además, también influye el cómo las lavas y algunos errores que puedes estar cometiendo.

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Héctor Farrés

Redactor especializado en salud y bienestar

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Cambio de cama y cambio de sábanas
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Hay personas que no recuerdan cuándo fue la última vez que cambiaron las sábanas, pero sí el capítulo exacto que estaban viendo. Entre la falta de hábito y las prisas diarias, esta tarea doméstica se va quedando siempre para otro día, como si no pasara nada. El problema es que sí pasa, porque la cama no es solo un sitio donde descansar, también es un lugar en el que se acumula de todo, aunque no se vea.

Philip Tierno, microbiólogo de la Universidad de Nueva York, explicó en Business Insider que dejar las sábanas más de una semana es darles vía libre a los gérmenes. Según él, “después de una semana, tu cama se convierte en un parque botánico para bacterias y hongos”.

Eso ocurre por una razón muy simple: el sudor, los restos de piel y la humedad crean el ambiente perfecto para que proliferen los microorganismos mientras se duerme tranquilamente. Así que lo que parece limpio a simple vista, en realidad guarda una carga biológica importante.

cambiar sábana

Los datos reflejan que cambiar las sábanas sigue sin ser prioritario

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Una cama limpia no es una cuestión estética

Aunque parezca exagerado, dormir sobre sábanas sucias puede tener efectos reales en la salud. Alejandro Ruiz, dermatólogo del Hospital Clínico de Barcelona, afirmó en una entrevista en Linternaute que “cambiar las sábanas de forma semanal reduce significativamente la cantidad de ácaros del polvo y alérgenos en la cama, mejorando la calidad del sueño y la salud en general”.

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Algunas situaciones obligan a adelantar el cambio de sábanas.

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Esta medida no solo ayuda a descansar mejor, también disminuye el riesgo de irritaciones, congestión nasal o molestias respiratorias que no siempre se identifican con facilidad. Estas reacciones pueden afectar incluso a personas que no tienen alergias diagnosticadas.

Según señaló Tierno en Business Insider, “la cantidad de bacterias acumuladas en una semana es importante”. En otras palabras, estar bien físicamente no garantiza inmunidad frente a los efectos de una cama sucia.

Una vez por semana es el mínimo exigible

Los datos muestran que mucha gente sigue sin tomarse esto en serio. La encuesta del portal Time 4 Sleep reflejó que solo el 28 % de los británicos lava las sábanas semanalmente. Un 40 % lo hace cada quince días, mientras que el 24 % se alarga hasta las tres o cuatro semanas. Y todavía hay un 8 % sin clasificar. Otra encuesta de la BBC asegura que el 46% los hombres solteros británicos pueden estar hasta cuatro meses con las mismas

Aunque los porcentajes pueden variar según el país y las circunstancias, lo que recomiendan los expertos es constante: una vez por semana como mínimo. Si se hace caso a un estudio de Cambridge, sería oportuno cambiar la ropa de capa cada día. Sin embargo, es una medida que puede ser complicada de aplicar.

Tierno, sin embargo, considera que siete días es la frecuencia tope. “Una semana es el tiempo máximo que deberían estar las sábanas sin lavar”, tal como apuntó en Business Insider. Dejarlo más tiempo multiplica las posibilidades de dormir sobre un material cargado de bacterias, hongos y alérgenos que afectan al descanso.

Algunas situaciones requieren más frecuencia de lo normal

Hay ciertos casos en los que conviene adelantar el cambio. Si alguien está enfermo, los expertos sugieren renovar las sábanas cada dos días para evitar reinfecciones.

También en casos de sudoración intensa, mascotas en la cama, comidas en el colchón o alergias diagnosticadas, conviene reducir los plazos. Según explica Ruiz en Linternaute, quienes sufren alergias “deberían cambiar sus sábanas cada tres o cuatro días” para minimizar la exposición.

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No basta con lavarlas, también importa cómo se hace cada vez.

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En esos contextos, además del cambio frecuente, es útil ventilar la habitación a diario y lavar también el pijama con regularidad. Así se reduce la acumulación de partículas nocivas y se favorece un entorno más saludable.

No solo importa cuándo, sino también cómo se lavan

El tipo de lavado influye mucho en el resultado. Un programa a baja temperatura, como 30 grados, apenas elimina el 6 % de bacterias, según los estudios citados en Linternaute. En cambio, superar los 60 grados permite eliminar gérmenes, hongos y ácaros con más eficacia. Esa diferencia puede parecer mínima, pero tiene consecuencias reales en la higiene del descanso.

Tierno y otros especialistas recomiendan evitar el uso habitual de suavizantes, porque dejan una capa que reduce la transpirabilidad del tejido. Además, el secado también cuenta. Utilizar temperaturas bajas o medias en la secadora ayuda a preservar la calidad del tejido y evita daños que podrían reducir la vida útil de las sábanas.

Algunos errores comunes pueden arruinar todo el esfuerzo

Aunque se sigan las pautas de frecuencia y temperatura, hay costumbres que anulan sus beneficios. Por ejemplo, llenar demasiado la lavadora impide que el agua y el detergente lleguen bien a todos los pliegues. Eso reduce la eficacia del lavado y puede dejar restos que favorecen nuevas acumulaciones. Lo ideal es distribuir bien las prendas para que se muevan libremente durante el ciclo.

También es frecuente olvidarse de otros elementos clave, como almohadas, fundas y colchones. Estos componentes también acumulan suciedad, sudor y partículas. Si no se limpian con cierta periodicidad, acaban generando los mismos problemas que las sábanas mal lavadas. Incorporar su cuidado al calendario doméstico refuerza la higiene general de la cama.

Una costumbre semanal que vale por muchas horas de sueño

Cambiar las sábanas no debería ser una tarea heroica. Convertirlo en una costumbre semanal, como sacar la basura o hacer la compra, permite mantener un entorno más saludable sin dificultad.

Establecer un día fijo, tener un par de juegos extra siempre listos o dejar las sábanas limpias a la vista ayudan a que no se olvide. Al final, no se trata de hacerlo perfecto, sino de no descuidarlo.