El estudio ha demostrado que entre los 30 hasta los 50 años es cuando dormimos menos.
La necesidad de horas de sueño de cada persona varía en función de varios factores. La edad y la cantidad de energía gastada durante el día, por ejemplo. Es sabido que en la infancia y la adolescencia es cuando más se necesita dormir, puesto que el cuerpo utiliza ese momento para desarrollarse.
Investigadores franceses y británicos han querido centrarse en las pautas de sueño durante la etapa adulta. Han descubierto, que entre los 30 hasta los 50 años es cuando dormimos menos.
Dormimos más a partir de los 53 años
Tras analizar a cientos de miles de personas, de 63 países, el estudio ha permitido ofrecer una panorámica de cómo evoluciona el patrón de sueño y las diferencias entre unas culturas y otras.
A partir de los 53 años la población mundial duerme más, y es un hecho homogéneo sin diferencia por sexo o por país de origen
Los científicos concluyeron que:
- Dormimos siete horas de media. Las mujeres cuatro minutos más que los hombres.
- Los adultos jóvenes, a partir de 19 años, son los que más duermen. Conforme avanzan en la veintena la duración del sueño se reduce.
- A partir de los 30 años se entra en una etapa estable, que es también en la que menos tiempo se duerme.
- A partir de la cincuentena se vuelven a incrementar las hora de sueño.
El estudio también estableció dos edades claves. El sueño se estabiliza en los 33, de media, y vuelve a alargarse a partir de los 53. Ocurre por igual en hombres y mujeres. Y no han diferencias por niveles de educación o por países.
La explicación está en los hijos
El estudio se ha publicado en la revista científica Nature Communications. Los datos se han recogido de un programa creado por neurocientíficos para analizar diferentes capacidades. En total se recogieron datos de 730.187 personas. Una cifra suficientemente amplia para poder darle fiabilidad mundial.
“Es el primer estudio que identifica tres fases distintivas a lo largo de la vida”, ha explicado el psicólogo Hugo Spiers, del University College de Londres, uno de los autores del estudio.
En España dormimos unos diez minutos más que la media mundial, igual que alemanes, venezolanos o portugueses
Aportan una posible explicación de por qué se duerme menos a partir de los treinta: las exigencias que la paternidad y el horario laboral provocan. Es decir, se trata más de imposiciones del estilo de vida que de una menor exigencia del cuerpo.
Diferencia de horas de sueño entre países
“La media del sueño experimenta significativas variaciones dependiendo de la región del globo y el país del que se proceda”, puntualiza el profesor Spiers.
- Así, ha resultado que se duerme de media entre 20 y 40 minutos más en los países del este de Europa: en Rumania, la República Checa, Eslovaquia y Albania.
- Todo lo contrario ocurre en el sudeste asiático. Japón, Filipinas, Indonesia y Malasia son los países donde menos tiempo se pasan durmiendo.
España ocupa una posición intermedia. Dormimos unos diez minutos por encima de la media. Exactamente igual que nuestro vecinos portugueses. Y cerca de los suizos, alemanes, venezolanos y los neozelandeses.
En cuanto a zonas geográficas, el informe indica que la población tiende a dormir algo menos cuanto más próxima está al ecuador del planeta.
Con siete horas de sueño estás más activo
Hay varios estudios que ya han establecido la necesidad de un buen descanso para poder estar activos y alerta durante las horas de vigilia. En este trabajo, a más gran escala, “hemos notado poca afectación entre la población adulta excepto en el grupo de adultos de 54 a 70 años”, explican los autores.
A partir de los 53 años, se ha visto que las personas que decían haber dormido siete horas mostraban mejores capacidades cognitivas y de habilidad. Las personas en esta franja que dormían menos de seis horas mostraban peores resultados cognitivos, de concentración o memoria. Algo que ya se ha visto en otros estudios.
Pero que personas que duermen más de siete horas muestren también peores resultados no ha quedado tan claro. Según los autores, “dormir más puede ser consecuencia de una enfermedad, por ejemplo, la depresión, que puede repercutir en los resultados”, aducen. Como el estudio no distinguía si las personas tenían o no enfermedades, no se puede plantear una causa-efecto clara.