En realidad, decidir si se opera o no depende del grado de afectación, porque la incontinencia urinaria puede llegar a tener incidencia en las relaciones sexuales y sociales, y alterar la calidad de vida de las mujeres que la sufren.
Por eso mismo, a cada una se le debe dar su mejor opción de tratamiento, que puede ser quirúrgico, pero también farmacológico o basado en la rehabilitación del suelo pélvico con fisioterapia, láser o radiofrecuencia.
Afecta más a mujeres en posmenopausia, pero puede aparecer antes.
La técnica quirúrgica elegida dependerá de:
- El tipo de incontinencia
- La exploración ginecológica y urológica
- La edad de la paciente
- Los antecedentes de cirugías vaginales previas...
La mayoría de las veces es por vía vaginal. El cirujano trata de corregir la anatomía y elevar la vejiga y la uretra haciendo una incisión y suturándolas a la pared anterior vaginal.
Otra opción es colocar una cinta libre de tensión (TVT) o una cinta transobturadora (TOT) diseñadas para devolver la vejiga o la uretra a su posición original.
Las complicaciones postoperatorias a corto plazo pueden ser:
- Sangrado
- Formación de hematomas
- Sobreinfección de la herida
- Infecciones urinarias
- A medio o largo plazo, en algunos casos el organismo puede rechazar el material con el que está hecha la banda o malla y provocar una reacción inflamatoria o la expulsión por la vagina.
En el postoperatorio, para que la evolución sea buena y los resultados más satisfactorios, durante la primera semana y hasta que el cirujano realice la primera revisión, se aconseja reposo, no coger pesos ni hacer esfuerzos, abstenerse de tener relaciones sexuales y optar por la ducha antes que el baño.
Lo habitual es que tras un mes, la mujer pueda reanudar su vida habitual.