En la mayoría de casos no se llega a descubrir el origen de la parálisis, pero se sospecha de los virus, sobre todo los catarrales.
Un catarro es un factor de riesgo para sufrir la parálisis de Bell, que es el tipo de parálisis facial más habitual.
Cualquier parálisis facial debe ser tenida en cuenta y diagnosticada, puesto que podría suponer también el indicio de algo tan serio como un ictus o un tumor. Sin embargo, no nos vayamos a lo peor porque la gran mayoría de las veces es el síndrome de Bell, que no es ni mucho menos tan grave.
Qué es el síndrome de Bell
El síndrome de Bell o parálisis de Bell provoca que, de manera repentina, la mitad de la cara se vea entumecida. No podemos moverla, levantar la ceja o sonreír.
“Habitualmente, aparece en un lado de la cara, pero puede ser bilateral”, explica la doctora Belén Alonso, de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (SERMEF).
También se la conoce como la parálisis idiopática, porque idiopática significa de origen desconocido. Y es que puedes muy bien sufrirla y nunca saber por qué ha sido. “Aproximadamente el 70-80% de las parálisis faciales no se conoce la causa, si bien se sospecha de un origen viral”, añade la doctora.
Los virus de los resfriados están entre los más probables, por eso a veces se relaciona la parálisis con las corrientes de aire. El aire en sí no sería el culpable, sino la infección vírica posterior.
Qué síntomas provoca este síndrome
Una pista de que es un síndrome de Bell: “Antes de la parálisis puede presentarse un cuadro catarral y dolor más o menos intenso en la región retroauricular (detrás del oreja)”, apunta la doctora Alonso.
En más del 70% de los casos no se llega a descubrir el origen de la parálisis, aunque se sospecha de los virus, sobre todo los catarrales
Los síntomas de la parálisis se notan en pocas horas.
- La imagen que damos a los demás es como de una expresión facial caída.
- También pueden aparecer lagrimeos o la salivación.
- Puede notarse una alteración del sentido del gusto.
Descartado que sea otro tipo de problema, al síndrome de Bell (y perdón por el chiste fácil) hay que ponerle buena cara. Se trata de una afección relativamente benigna. La mayoría de afectados se recuperará en un plazo de 4 a 8 semanas, y la mayoría mejora de forma espontánea, sin hacer nada.
Cómo se trata la parálisis facial
Por eso los otorrinos, que son los especialistas habituales a los que se acude, no siempre dan tratamiento para la parálisis facial. Esperan a que mejore por sí sola. A otros pacientes se les puede recetar corticoides para bajar la inflamación y facilitar la recuperación.
Sin embargo, hay entre un 20% y un 30% de pacientes que no tienen una recuperación completa. Quedan secuelas como:
- Debilidad de los músculos faciales del lado afectado.
- Sincinesias: movimientos involuntarios, como por ejemplo que al mover la boca se nos cierre el ojo sin querer.
- Contracción repentina de algún músculo de la cara mientras la tenemos en reposo.
“La aparición de estas secuelas pueden afectar al habla y la pronunciación, dificultando la comunicación, y alterar funciones tan básicas como beber o masticar”, dice la doctora Alonso. En estos casos se puede recurrir a una terapia de rehabilitación.
Cómo es la rehabilitación para la parálisis
La forma más adecuada de tratar a estos pacientes con secuelas es en un trabajo de coordinación entre especialistas médicos y terapeutas. Una tarea que coordinan en atención primaria.
“La reeducación neuromuscular, es la base de la rehabilitación, un proceso complejo, que exige la participación activa del paciente”, puntualiza la experta.
No se trata de inflar globos ni de mascar chicle, sino de establecer un plan de trabajo específico para cada caso en el que se reentrena la actividad muscular de la cara.
“Se usan también medicamentos neuromodulares, cuando hay alteraciones en el tono muscular”, señala. La SERMEF ha creado un grupo específico de trabajo de rehabilitación facial.
Otras posibles causas de la parálisis
“Existen múltiples causas que pueden afectar al nervio facial a lo largo de todo su recorrido desde su salida del tronco cerebral hasta la cara, provocando una parálisis facial”, apunta la doctora Alonso, “Y en el 80% de los casos se trata de una parálisis facial de Bell.”
Ese otro 20% puede ser un ictus o algún otra enfermedad neurológica, un tumor o enfermedades autoinmunes. También puede ser la consecuencia de un golpe, que sería la forma más evidente de causa-efecto.