Hay despistes o lagunas que son algo normal que nos pasa a todos y no tiene porque ser señal de demencia o alzheimer.
Los lapsus mentales son errores que a todos nos ha pasado. Por ejemplo, te olvidas donde has dejado las llaves, llamas a una persona por el nombre de otra, vas a una habitación y no recuerdas qué ibas a hacer o tienes algo en la punta de la lengua.
No te preocupes, a menos que sean muy frecuentes y que la pérdida de memoria sea importante y vaya en aumento (lo cual debe ser consultado con el médico), estos despistes o lagunas son algo normal que nos pasa a todos y no tiene porque ser señal de enfermedades de la memoria como la demencia o el alzheimer.
olvidos que no son señal de problemas de memoria
Se trata de "estrategias" que el cerebro utiliza para funcionar y tener un mejor rendimiento o bien para "desconectar" y tomarse un respiro del ajetreo diario.
Es algo tan corriente que, según una investigación de la Universidad de Islandia, puede ocurrir casi a diario. Después de entrevistar a los participantes de su estudio, vieron que tenían de media unos 6,4 lapsus mentales por semana. También constataron que se producen más los días laborables que los festivos, y sobre todo en momentos de mayor actividad, entre el mediodía y las ocho de la tarde.
Te explicamos los cinco olvidos o despistes más habituales y por qué nos suceden.
1. Cambiarle el nombre a alguien
¿Has observado que generalmente te pasa con personas muy cercanas a ti, como hermanos, hijos, amigos...? Sabes perfectamente cómo se llaman, pero al ir a decir su nombre, te sale el de otra persona, que por regla general pertenece al mismo grupo social o de relación.
Según un estudio realizado por la Universidad de Duke (EE. UU.) y publicado en Memory and Cognition, este lapsus responde a la forma en que el cerebro archiva la información para poder acceder a ella fácilmente. En este caso, por ejemplo, organiza los nombres de las personas por categorías, es decir, dentro de una especie de "carpetas".
El cerebro clasifica los nombres de los hijos, por ejemplo, en la misma "carpeta"
Así, al ir a buscar el nombre de un hijo se coge por error el de otro porque inconscientemente se sabe que pertenece al mismo grupo.
Es decir, que no dices cualquier nombre al azar ni tampoco el de una persona con la que tengas otro tipo de relación.
Una curiosidad: de las 1.700 personas que participaron en el estudio, unas pocas llamaron a algún familiar con el nombre de su mascota, generalmente un perro, lo que según los científicos podría deberse a que para ellas forma parte de la familia y, por lo tanto, sus nombres están en la misma "carpeta".
2. no recordar qué ibas a hacer
Otro clásico. Estás en casa, te levantas, vas a la cocina y, al llegar a la nevera, te preguntas "¿Qué venía a buscar?". Es el llamado "efecto umbral", olvidos temporales que reflejan cómo funciona nuestra mente.
Determinadas acciones las hacemos de forma automática, casi sin prestar atención. Pero cuando surge algo nuevo, nuestra mente prioriza y establece un orden o una jerarquía para ser más eficaz. Y es en ese momento cuando podemos tener un despiste.
Ir de una habitación a otra nos lleva a pensar en otra cosa
Además, este lapsus es más fácil que ocurra cuando cambiamos de entorno, de habitación, al traspasar una puerta (de ahí el nombre "efecto umbral"). Mientras vas, por ejemplo, del salón a la cocina es probable que por el camino pienses en otras cosas y que al llegar no recuerdes qué ibas a hacer.
Según los expertos, nuestro nivel de atención va variando a lo largo del día y en función de la tarea que estamos haciendo, lo que nos permite centrarnos en cosas más complejas y "desatender" lo que ya tenemos controlado y hacemos de forma rutinaria. De esta forma, podemos realizar varias cosas a la vez.
Sin embargo, estos automatismos también nos pueden provocar la duda posterior sobre si hemos hecho algo: "¿He cerrado la puerta con llave?", "¿Apagué la luz?"... La mayoría de las veces, cuando volvemos para comprobarlo, vemos que, efectivamente, lo habíamos hecho.
3. Tener olvidos en el día a día
Este mecanismo del cerebro de establecer prioridades para ser más eficiente también puede estar detrás de esos descuidos cotidianos, como olvidar pedir cita al dentista, comprar azúcar, recoger el abrigo de la tintorería...
Científicos de la Universidad de Toronto (Canadá) explican que nuestro cerebro está programado para olvidar detalles irrelevantes o poco importantes. De esta forma, tiene más espacio para almacenar cosas que realmente son imprescindibles y que nos puedan ayudar a tomar decisiones. Es decir, que para nuestro sistema de memoria es tan importante recordar como olvidar.
El cerebro decide qué es importante recordar
Sin embargo, algunos factores pueden aumentar estos lapsus. Según investigadores de la Universidad de Iowa (EE. UU.), el estrés, la falta de sueño y las exigencias de la vida actual son tres de los motivos que pueden provocar alteraciones de la memoria y favorecer los olvidos.
Y, de nuevo, ser multitarea puede tener su parte negativa. Los científicos afirman que hacer varias cosas a la vez afecta a la memoria a corto plazo. Su teoría es que el cerebro necesita pequeñas pausas tras realizar una tarea para grabar cada acción y recuerdo.
4. Lo tengo en la punta de la lengua
Sabes perfectamente lo que quieres decir y qué palabra utilizar, pero no hay manera de que te salga, como si estuvieras bloqueado. Es más, te vienen a la cabeza infinidad de palabras que pueden ser similares, ya sean sinónimos o porque suenan parecido, pero no la palabra que buscas. Quizá incluso recuerdes con qué letra empieza o cuántas sílabas tiene.
A menudo nos pasa también con el nombre de un actor o el título de una película o un libro. Y aunque "Lo tengo en la punta de la lengua" puede parecer una expresión popular, lo cierto es que en psicología también llaman así a este fenómeno: PDL (Punta de la Lengua).
Aunque existen varias teorías sobre por qué sucede, una de las explicaciones más extendidas es que las conexiones entre las neuronas se fortalecen con el uso. Y las palabras que usamos más están mejor conectadas y resulta más fácil recuperarlas cuando las necesitamos.
Esto explicaría por qué este fenómeno se acentúa a medida que envejecemos, ya que las conexiones entre neuronas se van debilitando.
Un truco para dar con la palabra: los psicólogos recomiendan dejar de presionar al cerebro buscando la palabra y cambiar de tema. Seguro que has comprobado más de una vez que, cuando ya no pensabas en ella, de repente te ha venido.
5. Estar en las nubes
En contra de lo que se cree, los científicos han demostrado que estar en Babia no es síntoma de desinterés o de pereza. Al contrario, las personas con tendencia a quedarse absortas en sus pensamientos utilizan más su cerebro y, por lo tanto, precisan descansar más a nivel mental.
O sea, que el cerebro necesita "momentos de desconexión" para recuperarse. Al menos, eso es lo que afirma una investigación publicada en el Journal of Health Psychology.
Otra de las conclusiones del estudio es que quienes tienen un alto cociente intelectual disfrutan pasando el tiempo con sus pensamientos y se entretienen más, a diferencia de las personas que necesitan hacer más actividades físicas para huir del aburrimiento.