Cuál es la mejor forma de aceptar un diagnóstico

Recibir la noticia de que se sufre una enfermedad no es fácil. Es normal que sientas miedo a lo que está por venir. Y es que aceptar un diagnóstico es parecido a superar un duelo, pero si lo encaras en positivo puede ser una oportunidad para aprender a cuidarte.

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Mujer sentada en sofá

Isabel Osuna
Isabel Osuna

Periodista

Son muchas las preguntas, dudas y temores que vienen a la cabeza cuando se conoce el diagnóstico de dolencias graves, como por ejemplo un cáncer, o una enfermedad crónica que te puede cambiar la vida.

Estas noticias, cuando las comunica el médico, suelen caer como un auténtico jarro de agua fría sobre quien las recibe, sobre todo por miedo a lo que está por venir.

las etapas que se suceden

Ante la “dramática noticia” (así la percibe la mayoría de la gente), es normal que pases por una serie de etapas que, de hecho, son parecidas al proceso de duelo que se vive cuando muere alguien cercano.

Son etapas duras en las que confluyen un sinfín de sentimientos que pueden angustiarte, pero que es completamente normal que sientas. Lo importante, al final, es superar cada uno de esos periodos y no quedarte anclado en ninguno de ellos, ya que de lo contrario te resultará un suplicio convivir con el problema y puedes caer en una depresión.

Las etapas de aceptación de la enfermedad son parecidas a las del proceso de duelo

Es más, si aprovechas todo ese tiempo para aprender a cuidarte, seguramente lograrás mantener a raya los síntomas de la enfermedad y disfrutarás de una mejor calidad de vida.

1ª Etapa: No puede ser cierto

La primera reacción al recibir el diagnóstico suele ser de miedo: miedo a la propia enfermedad, a cómo reaccionará la familia, a perder a los amigos o el trabajo, miedo al futuro... Miedo, en definitiva, a lo desconocido.

Y acto seguido, como un mecanismo de defensa que surge como consecuencia del miedo, se tiende a negar la enfermedad. Te bloqueas y te dices a ti misma que no puede ser cierto, que quizá el diagnóstico esté equivocado.

Negar la enfermedad es un mecanismo de defensa que surge a partir del miedo a lo desconocido

No quieres hablar del tema y a veces la familia y los amigos tienden también a negar la situación. Le quitan importancia a los síntomas, como si se tratara de un problema pasajero.

2ª Etapa: Enojada con todos

Una vez sales de ese estado de shock y reconoces que padeces el trastorno, se abre una etapa de rabia en la que te preguntas “¿por qué yo?”. Pareces enfadada con el mundo entero: con el médico por no diagnosticarte antes; con la pareja, los familiares más cercanos o tu jefe por no comprenderte…

Es una reacción normal, pero debes tener presente que el enfado te genera estrés y te aísla de las personas que más necesitas a tu lado.

3ª Etapa: Culpable y triste

Pasado el enojo, cuerpo y mente se relajan y aparecen preguntas como “¿qué he hecho yo para merecer esto?”. Incluso hay quien hace un repaso exhaustivo de su vida buscando las causas que pueden haber provocado la enfermedad y se culpan por no haberse cuidado más tiempo atrás, no haber llevado una dieta equilibrada, no haber practicado suficiente deporte...

En esos momentos puedes sentirte triste y venirte abajo, como si entraras en un estado depresivo (que es distinto de una depresión). Y te preguntas cómo vas a ser capaz de lidiar con la situación.

4ª Etapa: Toma las riendas

Con el tiempo, especialmente cuando ya te has familiarizado con la enfermedad y el tratamiento a seguir, descubres que puedes convivir con el trastorno.

Poco a poco vas saliendo de ese “agujero” en el que creías estar, empiezas a sentir que tu vida se va normalizando y que las cosas no son “tan difíciles” como habías imaginado. Has tomado las riendas. Ahora eres tú quien domina la enfermedad y no ella a ti.

Las claves para superarlo

Para pasar por todas esas fases y no desfallecer en el intento es imprescindible que no te guardes tus dudas, miedos e inquietudes. Por ello deberías:

Reconocer y compartir tus sentimientos

A lo largo de todo el proceso vivirás emociones duras que no siempre resultan fáciles de identificar. Dormir mucho, llorar con frecuencia o estar de mal humor puede ser signo de depresión.

Quizá también te cueste sobrellevar la enfermedad y trabajar a la vez y eso te genere estrés o ansiedad. Sea cual sea el sentimiento, es importante aceptarlo como parte del proceso que estás viviendo y compartirlo con aquellos que puedan ayudarte.

Puede irte bien acudir a un psicoterapeuta o a un grupo de apoyo

Puede que te vaya bien hablar con un psicoterapeuta, o unirte a algún grupo de apoyo de personas que padecen la misma enfermedad. Y recuerda que, cuando busques ayuda, lo esencial no es que la persona sepa mucho del trastorno, sino que esté dispuesta a escucharte cuando estés deprimida, enfadada...

Aclara tus dudas y toma partido

Pregunta a tu médico sobre todo aquello que te genere inquietud: cómo te afectará la enfermedad, qué tratamiento tendrás que seguir, si te permitirá continuar con tus actividades diarias, trabajar o hacer deporte...

Cuanto más sepas sobre la dolencia, más sentirás que controlas la situación y tendrás las claves para llevar un estilo de vida saludable que te permita mantener a raya lo que te sucede.

Relativiza el trastorno y prioriza otras cosas

Al principio, seguramente solo pensarás en la enfermedad y se convertirá en el centro de tu vida, pero si te es fuerzas en creer que es solo una parte más de ti, lo sobrellevarás con mayor optimismo.

Así puede reaccionar tu entorno

  • Cómo lo viven los familiares cercanos: Tus padres, tu pareja o tus hijos, especialmente si son adultos, pueden experimentar angustia porque desean lo mejor para ti. Quizá se derrumben en determinados momentos y no consigan ayudarte cuando lo deseen. Debes trasmitirles que lo importante no es que tengan todas las respuestas sobre tu enfermedad, sino que estén a tu lado.
  • Amigos y compañeros de trabajo: Muchas personas con enfermedades crónicas tienen la tentación de mantenerlo en secreto por temor a cómo reaccionarán los demás. Sin embargo, es mucho mejor explicar la situación que inventarte una excusa cada vez que tomas un fármaco o se manifiesta un síntoma de la enfermedad. Descubrirás que la gente es más comprensiva de lo que imaginas.