Los antihistamínicos bloquean la histamina, que es el neurotransmisor responsable (cuando se acumula en exceso) de los síntomas de la alergia.
Alrededor de un 30% de los españoles sufre algún tipo de alergia y la más común es la alergia al polen, que afecta a millones de personas cada primavera y verano. Muchas de ellas no siguen ningún tipo de tratamiento ni control médico, y cada primavera sufren con resignación molestias como estornudos, goteo nasal, picor en los ojos y en la garganta... sobre todo cuando estas no son muy intensas.
Pero los expertos también alertan de que muchos afectados por la alergia deciden automedicarse con antihistamínicos cuando los síntomas se agravan. Sin embargo, estos medicamentos pueden suponer un peligro para la salud si se toman sin control.
¿Qué medicamentos hay para la alergia?
Si cada año sueles tener los síntomas que antes hemos mencionado, no lo dejes pasar y acude al médico. Este te hará las pruebas necesarias para averiguar qué tipo de alergia sufres y te recetará el tratamiento más adecuado en tu caso. Te explicamos cuáles son los medicamentos más habituales contra la alergia, sus pros y sus contras.
1. Antihistamínicos
Los antihistamínicos actúan frenando la acción de la histamina, la sustancia que se libera en nuestro organismo frente a todo proceso alérgico y que provoca las molestias típicas en la nariz y los ojos.
Aunque los antihistamínicos son los medicamentos más indicados para reducir las molestias, algunas personas no logran el alivio esperado. ¿Las razones? Seguramente no se está tomando el medicamento adecuado para la fase en la que se encuentra la alergia, o bien la dosis no es la correcta o no se toma durante el tiempo necesario.
Por eso, a pesar de que son uno de los medicamentos más vendidos sin receta, debe ser siempre el médico el que te prescriba el más indicado para tu caso, que dependerá siempre de la intensidad de los síntomas y de la causa que los provoca.
2. Descongestionantes en gotas o en spray
“Abren” la nariz rápidamente y facilitan la respiración, pero su efecto dura muy poco. Además, está demostrado que provocan cierta adicción cuando se abusa de ellos. La razón es que, si bien es verdad que producen una vasoconstricción que alivia la congestión, al cabo de poco tiempo se produce un efecto rebote: te notas la nariz aún más tapada y, por lo tanto, necesitas más dosis y con mayor frecuencia.
Si el médico te recomienda este tipo de medicamentos para la alergia, sigue sus instrucciones y no aumentes las dosis por tu cuenta. El uso continuado y abusivo de estas gotas o sprays puede acabar provocándote rinitis medicamentosa, una alteración de tipo crónico.
3. Sprays nasales con corticoides
Cuando los antihistamínicos no son suficientes, los sprays con corticoides pueden ayudar a equilibrar la mucosa nasal. Sin embargo, debes tener en cuenta que no son efectivos si los tomas justo cuando tienes el ataque de rinitis alérgica. Su efecto empieza a las 24 horas de usarlo y alcanza la máxima eficacia a la semana de tratamiento.
Usados de forma continuada, a diario, mejoran las molestias nasales y tienen un efecto preventivo. Como cualquier tratamiento con corticoides, debe seguirse siempre bajo prescripción médica, y normalmente dura al menos 4 semanas.
4. Inmunoterapia
También llamada vacuna antialérgica, detiene el avance del trastorno, aunque no siempre es necesaria. Su función es la de cambiar gradualmente la manera en la que el organismo reacciona frente a las sustancias que le producen alergia para que no experimente más sus síntomas.
Generalmente, este tratamiento solo se aconseja a personas que siguen teniendo reacciones fuertes a pesar de tomar antihistamínicos y seguir las medidas de prevención. La vacunación puede evitar que desarrollen asma, cosa que ocurre al 20% de los alérgicos al polen. Sus efectos no se notan hasta unos meses después de haber comenzado el tratamiento.
Esta vacuna se puede administrar de dos formas diferentes: subcutánea (inyectada) o sublingual (gotas, aerosoles y pastillas).
La vacuna subcutánea es la más utilizada en España y la que suele aconsejar el alergólogo, ya que al administrarla un profesional médico –una vez al mes– facilita el control de posibles efectos adversos.
En la vacuna sublingual, la dosis se deposita debajo de la lengua y se retiene dos minutos antes de tragarla. La ventaja es que no es necesario acudir al centro médico para su administración. Pero en cambio, como se debe tomar cada día o en días alternos, es más fácil que el paciente se olvide y, por tanto, que el tratamiento no sea tan efectivo como debería.
¿Cuáles son los efectos secundarios de los antihistamínicos?
Aunque los antihistamínicos más modernos, los conocidos como "de segunda y tercera generación" prometen no sedar, en realidad las guías médicas reconocen que incluso estos siguen manteniendo ese riesgo de sedación. Y quienes los toman habitualmente suelen corroborarlo: igualmente dan algo de sueño.
- Al provocar cierto efecto somnífero, los tejidos del paladar blando, la lengua, la campanilla... se relajan en exceso al dormir. Eso impide el flujo normal del aire y se pueden producir ronquidos.
Si a ti te hacen roncar más, es lógico que descanses peor y sientas más fatiga al día siguiente. Pero además, los antihistamínicos de primera generación, en gran medida, actúan deprimiendo el sistema nervioso, lo que ya de por sí provoca cansancio.
- Cuando los receta el médico, el facultativo suele indicar a qué hora conviene tomarlos. A los alérgicos al polen, por ejemplo, se les suele recomendar tomarlos antes de ir a dormir.
- Por una parte, al tomarlo a esa hora se evita que la somnolencia repercuta en la vida diaria. Por otro lado, se sabe que los árboles liberan el polen entre las 4 y las 6 de la mañana y, por ello, tomar el antihistamínico antes de ir a dormir ayuda a evitar o reducir los síntomas alérgicos al levantarse.
Horas, o incluso días, después de tomar antihistamínicos puedes sentir que te cuesta un poco concentrarte. Y aún más: una investigación publicada en Jama Neurology sugiere que algunos antihistamínicos pueden incluso reducir momentáneamente la memoria a corto plazo.
- El efecto del fármaco sobre el sistema nervioso central, y el cansancio que puede ocasionar, explican estas dificultades para centrar la atención y recordar algunas cosas.
Por otro lado, la histamina no solo interviene en el sistema de defensas: también está implicada en otros procesos fisiológicos, como la digestión. De hecho, algunos de ellos incluso pueden provocar que aumente tu apetito.
¿Cuándo no están indicados los antihistamínicos?
Muchos antihistamínicos pueden comprarse sin receta, lo que en ocasiones lleva a pensar que todo el mundo los puede tomar. Nada más lejos de la realidad...
- Quienes tienen glaucoma o problemas respiratorios (como una bronquitis crónica) deben ser prudentes. También deben preguntar al médico antes de tomarlos las personas con hipertensión, con enfermedad tiroidea o cardiopatías.
- Algunos antihistamínicos son incompatibles con los medicamentos que se metabolizan en el hígado (pasa con muchos antiinflamatorios). Si tomas otro medicamento, asegúrate de que no interacciona.
Suele pasar inadvertido, pero algunos antihistamínicos empeoran nuestra respuesta adaptativa al calor:
- Al tomarlos se secan las mucosas y se impide una correcta sudoración.
- Si tienes que medicarte con ellos es importante que te hidrates bien y evites los ambientes muy calurosos para compensar ese efecto.
¿Qué pruebas se realizan para detectar alergias?
Cada reacción alérgica es desencadenada por un alérgeno específico. Por ejemplo, puedes tener alergia al polen de las gramíneas –la más frecuente–, o al del olivo, ciprés, salsola, plátano de sombra o parietaria.
El principal objetivo del especialista es identificar qué sustancia te provoca la alergia para poder realizar un diagnóstico, decidir el tratamiento más adecuado y aconsejarte sobre las precauciones que debes tomar. Para ello, pueden hacerte las siguientes pruebas:
- Cutáneas: son las que se realizan con más frecuencia para diagnosticar las alergias. La más habitual consiste en inyectar mediante pinchacitos una pequeña cantidad de posibles alérgenos y esperar unos 20 minutos para ver si hay reacción.
- Muestra de sangre: los basófilos son los glóbulos blancos encargados de generar la histamina, la sustancia responsable de los síntomas alérgicos. El test de activación de basófilos (TAB) permite detectar la posible reacción de estos glóbulos blancos con un simple análisis de sangre.
Puedes encontrar más información en el libro "Combatir las alergias" de la Dra. Anna Cisteró de RBA.