La detección temprana de las enfermedades cardiovasculares es clave para prevenir su evolución y mejorar el pronóstico. Y los ojos pueden ofrecer pistas muy fiables del estado de las arterias coronarias
Según una investigación española, hay dos biomarcadores oftalmológicos que podrían ayudar a predecir el riesgo de cardiopatía isquémica o enfermedad de las arterias, la más común de las que afectan al corazón. Son la composición de la lágrima y el grosor de la membrana coroides (la capa de vasos sanguíneos y tejido entre la parte blanca del ojo y la retina que suministra los nutrientes a las partes internas del ojo).
Analizar estos biomarcadores podría ser una herramienta útil, sencilla y práctica para diagnosticar estas enfermedades en lugar de los métodos invasivos que se utilizan hoy en día.
Cardiopatía isquémica o enfermedad de las arterias
Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte a nivel mundial y la cardiopatía isquémica es la más prevalente.
Conocida también como la enfermedad de las arterias, consiste en un estrechamiento de las arterias que van al corazón, lo que disminuye el flujo de sangre al músculo cardíaco.
Está provocada por la arterosclerosis, es decir, la acumulación de placa de ateroma en estas arterias. Según la Fundación Española del Corazón, "la arterosclerosis es un proceso lento de formación de colágeno y acumulación de lípidos (grasas) y células inflamatorias (linfocitos) que originan el estrechamiento (estenosis) de las arterias coronarias".
"Este proceso empieza en las primeras décadas de la vida, pero no presenta síntomas hasta que la estenosis de la arteria coronaria se hace tan grave que causa un desequilibrio entre el aporte de oxígeno al corazón (miocardio) y sus necesidades. En este caso se produce una isquemia miocárdica (angina de pecho estable) o una oclusión súbita por trombosis de la arteria, lo que provoca una falta de oxigenación del miocardio que da lugar al síndrome coronario agudo (angina inestable e infarto agudo de miocardio)".
El envejecimiento progresivo de la población, unido al aumento de factores de riesgo como la hipertensión, la hipercolesterolemia, la diabetes o la obesidad han provocado que la cardiopatía isquémica vaya en aumento.
Técnicas para detectar la placa de ateroma
La cardiopatía isquémica es una enfermedad de evolución lenta y detectarla a tiempo, antes de que la acumulación de placa sea excesiva o provoque una angina de pecho o un infarto, salvaría vidas y evitaría también costes sanitarios.
"En la actualidad, el cribado para la cardiopatía isquémica continúa siendo controvertido, ya que las técnicas disponibles resultan invasivas y tienen un elevado coste para los sistemas de salud", señala Manuel Francisco Jiménez Navarro, investigador del CIBERCV, el Hospital Virgen de la Victoria y el IBIMA que ha coordinado el estudio.
Se está investigando mucho para desarrollar pruebas diagnóstico que permitan detectar la placa de ateroma de forma más sencilla y menos invasiva.
Por ejemplo, un equipo del Centro Nacional de Investigaciones Científicas liderado por el cardiólogo Valentín Fuster ha desarrollado una técnica que consiste en una ecografía en 3 D de las arterias del cuello y las ingles que permite evaluar de forma sencilla, precisa y fiable si hay placa de ateroma. La prueba podría convertirse en un instrumento que sirva de cribado para la población general.
El ojo puede avisar de lo que le pasa al corazón
Las pruebas oftalmológicas podrían ser muy útiles para valorar de forma todavía más rápida y económica la salud cardiovascular.
"El ojo, por su particular estructura, función y accesibilidad, se presenta como un órgano candidato para la obtención de parámetros con esta finalidad diagnóstica, teniendo en cuenta, además, su implicación más que demostrada en otras patologías a nivel sistémico. En este sentido, los cambios cardiovasculares también se han relacionado con signos que son visibles en el ojo, convirtiendo a este órgano en una ventana que proporciona un acceso rápido al sistema cardiovascular”, explica Manuel Francisco Jiménez Navarro.
El equipo liderado por Jiménez Navarro analizaron datos de casi un centenar de pacientes del Hospital Virgen de la Victoria de Málaga con sospecha de cardiopatía coronaria aguda. Los pacientes fueron sometidos a un completo examen oftalmológico, y se analizaron también muestras de su líquido lagrimal para detectar citocinas (pequeñas proteínas que son cruciales para controlar el crecimiento y la actividad de otras células del sistema inmunitario) y otros mediadores inflamatorios.
El análisis de todos estos datos permitió encontrar dos biomarcadores que –combinados con los marcadores de riesgo clásicos como hipertensión, hipercolesterolemia, diabetes, obesidad, tabaquismo, consumo de alcohol, etc.– ayudan a detectar de forma precoz placa de ateroma:
- El grosor de la membrana coroides. La coroides es una membrana formada por una multitud de vasos sanguíneos que se encuentra entre la esclerótica (o parte blanca del ojo) y la retina, que permite proporcionar oxígeno y otros nutrientes al ojo. Los resultados de esta investigación permitieron concluir que el aumento del grosor coroideo se asocia con la presencia de lesiones coronarias.
- La composición de la lágrima. Los investigadores observaron que niveles más elevados de G-CSF, un factor de crecimiento implicado en la formación de colonias de granulocitos (un tipo de glóbulos blancos) en las lágrimas, podría ser un factor protector frente a la patología coronaria. "Esta es la primera vez que una investigación asocia los niveles de G-CSF en lágrimas con la presencia de la enfermedad coronaria, demostrando que un aumento de sus niveles puede constituir un factor protector", concluye el investigador.