En realidad no existe un patrón concreto, ya que en muchas ocasiones aprovechamos para solicitar una analítica de sangre de forma preventiva cuando el paciente lleva un tiempo sin realizársela.
De todas formas, en personas jóvenes, una cada 5 años no parece una periodicidad descabellada.
A partir de los 45-50 años, podemos realizarlas cada 2-3 años salvo, evidentemente, que el paciente tenga alguna enfermedad crónica. En ese caso, la periodicidad puede bajar, incluso al año o a los 6 meses en algunos casos.
¿A quién solicitamos analíticas cada 6 meses? Por ejemplo a personas con un mal control de su glucemia, o a un paciente con la tiroides “tocada” que precisa de aumentos o descensos en su dosis de tratamiento. Es decir, en situaciones muy concretas.
Si es mayor de 50 años y está en una fase de estabilidad que no requiere ajustes en la medicación, una frecuencia “adecuada” podría ser entre uno o dos años (siempre que no tenga una patología crónica de base).