El umbral del dolor no es el mismo para cada persona. Que te incomode más o menos depende de:
- Tu tolerancia al dolor. A algunos un pinchazo para extraer sangre les resulta muy doloroso. Otros, sin embargo, dicen no sentir casi nada. En parte ocurre por una cuestión genética, es decir, porque se nace con cierta predisposición a sentir más o menos dolor.
- La capacidad de respuesta a tu organismo. Las investigaciones constatan que la sensibilidad al dolor puede variar por otras razones, algunas modificables y otras no. Por ejemplo, las hormonas influyen (por eso las mujeres lo notan más en la etapa fértil).
Además, se ha descubierto que la respuesta en forma de dolor que el cerebro genera (lo que tú sientes) puede ser más o menos intensa en función de diferentes variables ambientales, emocionales e incluso físicas.
Por ello, hay algunos pequeños gestos que te pueden ayudar a eliminar o mitigar el dolor (depende de tu umbral del dolor y de su intensidad). Hacer ejercicio, una alimentación sana que te ayude a depurar el organismo, tomar el sol, alejar el estrés, escuchar música... son hábitos diarios fáciles de incorporar que puede ayudarte a alejar el dolor de tu vida.
Los enfados favorecen el dolor
Igual que hay estrategias para que te sientas mejor, también hay factores a tener en cuanta que pueden aumentar la intensidad de las molestias. Por ejemplo, los enfados aumentan la sensación de dolor. Sentir ira descompensa la química cerebral y altera la producción de hormonas, según han mostrado varios estudios. Esto predispone a que el dolor se perciba como más intenso.
También se ha visto que estar enfadado puede incluso favorecer la aparición del dolor. Si eres propensa a padecerlo y también te enfadas con facilidad, intenta alejar este sentimiento, perdonar y olvidar los rencores.