Con el término uveítis los oftalmólogos se refieren a todo un conjunto de patologías que tienen en común la existencia de un proceso inflamatorio dentro del ojo.
En concreto, la uveítis es la inflamación de la úvea o tracto uveal: la capa que envuelve el interior del globo ocular. La úvea suministra sangre al iris en la parte frontal del ojo y a la retina en la parte posterior.
Sus síntomas, como enrojecimiento del ojo, dolor y visión borrosa, suelen aparecer de repente en uno o ambos ojos, empeorar con rapidez y puede afectar a personas de todas las edades, incluso a niños.
La uveítis puede ser grave y provocar la pérdida permanente de la visión. De hecho, constituye la tercera causa de ceguera prevenible en el mundo, así como el 15% de los casos de ceguera en España.
Los distintos tipos
Según la Asociación de pacientes de Uveítis AUVEA, en función del lugar donde se produce primero la inflamación, la uveítis se clasifica de manera anatómica en:
- Uveítis intermedia. En este tipo de uveítis se inflama la sustancia gelatinosa que da tono al ojo y rellena la cavidad vítrea (humor vítreo). Si se inflama la parte más periférica de la retina (pars plana), los signos que se manifiestan son la formación de “bolas de nieve” (acúmulos de células inflamatorias que flotan en el vítreo) y “bancos de nieve” (cúmulos de células inflamatorias en la pars plana).
- Uveítis posterior. Inflamación de la retina y/o las coroides, localizadas en la parte posterior del ojo.
- Panuveítis. Cuando existe inflamación en la parte de delante y de detrás del ojo.
- Uveítis anterior o “iritis”. Afecta a la parte de delante del ojo. Puede ir acompañada de enrojecimiento, dolor ocular y fotofobia.
Las causas de la uveítis
Las posibles causas de esta enfermedad intraocular inflamatoria son una infección, lesión o enfermedad autoinmunitaria o inflamatoria, aunque en muchas ocasiones no se puede identificar la causa por la que aparece.
- En el caso de la uveítis infecciosa, la pueden provocar multitud de gérmenes. Las infecciones intraoculares más frecuentes incluyen toxoplasmosis, tuberculosis, herpes, sífilis, etc.
- En caso de uveítis no infecciosa, puede asociarse a síndromes oculares específicos o a enfermedades autoinmunes como la sarcoidosis, la espondilitis anquilosante, el lupus eritematoso sistémico o la enfermedad de Crohn. Una de las más frecuentes es la Artritis Idiopática Juvenil (AIJ).
- También puede producirse por lesión o cirugía ocular.
- O aparecer como efecto secundario de un medicamento.
- Se habla de uveítis idiopática en los casos en los que no se encuentra ninguna patología asociada, lo que ocurre en el 50% de los casos y en el 30-40% de las uveítis pediátricas.
Aunque no es una enfermedad propiamente hereditaria, en algunos tipos de uveítis se puede heredar una predisposición inmunogenética a desarrollarla. Sin embargo, además de la predisposición, se ha demostrado que entran en juego diferentes factores externos que hacen que se “despierte”.
Los síntomas de la enfermedad
Los signos y síntomas de la uveítis pueden aparecer de forma gradual o de manera rápida y pueden incluir:
- Dolor ocular.
- Visión borrosa.
- Visión de cuerpos flotantes.
- Alta sensibilidad a la luz.
- Enrojecimiento de los ojos.
- Alteración en el tamaño de la pupila.
- Escotomas o disminución en el campo visual.
Como apunta la Asociación AUVEA, según el tipo de uveítis, los síntomas pueden variar:
- Las uveítis anteriores agudas se caracterizan por la presencia de ojo rojo (hiperemia ocular), por dolor y fobia a la luz (fotofobia). No suele ir acompañada de disminución importante de la agudeza visual, pero sí puede aparecer visión borrosa.
- Las uveítis anteriores crónicas pueden cursar, sin embargo, con mínimos síntomas, sin ojo rojo ni dolor, y pueden ponerse de manifiesto en exploraciones rutinarias o por la existencia de complicaciones.
- En la uveítis intermedia y posterior puede existir visión borrosa, disminución de la agudeza visual, visión de moscas volantes (miodesopsias) y, de manera ocasional, fotofobia, normalmente sin dolor ni ojo rojo.
Tratamiento
Para tratarla, si la uveítis está causada por una afección subyacente, deberá tratarse también dicha enfermedad. Algunas causas de uveítis son curables pero la mayoría son crónicas.
El diagnóstico y el tratamiento tempranos son importantes para prevenir complicaciones y preservar la visión.
“Hay pacientes que llegan a la consulta con un retraso muy importante y esto hace que cuando se llega al diagnóstico ya hay un daño instaurado en el ojo que puede ocasionar que el paciente no responda al tratamiento, ocasionando secuelas muy graves”, explica médico internista del Servicio de Enfermedades Autoinmunes del Hospital Clinic de Barcelona, el doctor Gerard Epinosa.
El objetivo: controlar la inflamación
Por lo general, el tratamiento de la uveítis es el mismo independientemente de la causa asociada, siempre y cuando no sea infecciosa, y su objetivo es reducir la inflamación ocular.
Sin embargo, la uveítis suele evolucionar en brotes por lo que a pesar del control de la inflamación en muchas ocasiones se requiere seguimiento periódico y acudir a urgencias si se da otro brote.
Existen varias opciones de tratamiento según la etiología de la uveítis, que pueden prevenir que se produzcan muchas recaídas y controlar la inflamación evitando secuelas a largo plazo.
El tratamiento puede constar de:
- Fármacos que reduzcan la inflamación (ya sean gotas, inyecciones o comprimidos).
- Medicamentos para controlar los espasmos y mitigar el dolor ocular.
- Fármacos para controlar la infección (antibióticos, antivirales,….).
- Medicación inmunosupresora.
- Intervención quirúrgica: puede ser eficaz para subsanar complicaciones asociadas como las cataratas o el glaucoma, el desprendimiento de retina, la opacidad vítrea o el edema macular.
La rapidez en la recuperación dependerá, en parte, del tipo de uveítis y de la gravedad de los síntomas. En algunos casos, el tratamiento puede ser necesario durante meses o años.
Posibles complicaciones
Es conveniente consultar al oftalmólogo de forma temprana ante los primeros síntomas como disminución de agudeza visual, visión de moscas volantes, etc.
Si no se instaura un tratamiento adecuado, las consecuencias a largo plazo podrían traducirse en complicaciones oculares importantes, entre ellas:
- Edema macular (hinchazón de la retina)
- Cicatrices en la retina
- Glaucoma
- Cataratas
- Inflamación crónica
- Daño al nervio óptico
- Desprendimiento de retina
- Pérdida permanente de la visión