Claves de la alimentación cuando estás en tratamiento por un cáncer

Siempre es importante cuidar lo que comemos, pero la nutrición cobra mayor sentido cuando estás pasando por un cáncer. El objetivo es lograr un buen estado nutricional y físico que suavice los efectos secundarios del tratamiento.

Actualizado a
Núria Duran
Núria Duran

Dietista-Nutricionista

La alimentación, una aliada en la terapia oncológica
Gettyimages

Actualmente, cuando una persona es diagnosticada de un cáncer suele buscar (ella o sus familiares) todo tipo de información relacionada para poder sobrellevar su enfermedad de la mejor manera posible. Cada persona y tratamiento son diferentes y por ello hay que asesorarse siempre por profesionales médicos acerca de lo que conviene o no aplicar.

Por ejemplo, es importante que los consejos sobre la alimentación procedan del propio equipo que lleva al paciente y, si es necesario, buscar ayuda especializada de un dietista-nutricionista.

Cuidar los nutrientes esenciales

Las recomendaciones alimentarias de base son parecidas a las de la población general, pero conviene tener presentes algunas consideraciones.

Por ejemplo, la localización del tumor y cómo se encuentra la persona. Esos detalles servirán para ir adaptando las recomendaciones a la hora de comer según los diferentes síntomas o los efectos secundarios que se deriven del tratamiento.

  • A veces, es preciso incrementar el aporte proteico y energético, ya que las personas con cáncer pueden tener aumentadas sus necesidades en ese sentido. Esto supone, elegir bien los alimentos y saber combinarlos para conseguir ese enriquecimiento en los menús.

La alimentación puede ayudar a tolerar mejor el tratamiento

Una dieta adecuada ayuda a obtener los nutrientes necesarios para el buen funcionamiento del organismo y a tener un peso conveniente, pero también a tolerar mejor el tratamiento y los efectos secundarios, y a mantener la calidad de vida del paciente.

Se debe ser muy prudente con las dietas que eliminan alimentos saludables o ciertas propuestas de moda. Seguirlas puede empeorar el estado nutricional del paciente e, incluso, hacer que esa persona se angustie más por todo lo relacionado con la comida sin que nada de eso le aporte beneficio alguno.

qué hay que comer y en qué cantidad

La clave es seguir una dieta equilibrada y lo más variada posible, y cuidar las cocciones.

Frutas y verduras a diario

Son la principal fuente de vitaminas, minerales, fibra y antioxidantes, por lo que es imprescindible asegurar un consumo suficiente. Hay que priorizar las frutas enteras y frescas, y las verduras que nos gusten.

  • Por lo general, cocidas son más digestivas y quizá resulten más sugerentes si se tiene poco apetito o se sufren molestias digestivas.
  • También podemos hacer alguna compota de fruta o combinarla con otros alimentos como yogur, tostadas, batidos o con bebidas vegetales.

Que no falten proteínas

Se deben alternar legumbres, pescado y huevos; y priorizar carnes magras y enteras frente a sus derivados como las salchichas o las hamburguesas, productos procesados que suelen contener más sal y más aditivos.

  • También podemos incluir alimentos proteicos en pequeños snacks a lo largo del día o en el desayuno, por ejemplo, hummus, los frutos secos o los quesos.

Incluir los hidratos de carbono

Los cereales (arroz, avena, trigo, mijo) y sus derivados (pasta, pan, harinas), los tubérculos (patata, boniato, yuca…) y las legumbres son igualmente imprescindibles.

  • Si es posible –a no ser que estén contraindicadas o que no nos sienten bien porque tengamos diarreas o molestias digestivas– conviene priorizar las versiones integrales.

Grasas y bebidas

La grasa de preferencia es el aceite de oliva. Tanto para cocinar como para aliñar. Y siempre es mejor decantarse por técnicas culinarias sencillas (los hervidos, al vapor, al horno o a la plancha) y por los guisos suaves, sin demasiados condimentos ni grasa añadida.

Es importante mantener una adecuada hidratación bebiendo principalmente agua. También se pueden tomar infusiones, caldos vegetales o aromatizar el agua con un poco de limón, menta u otras hierbas aromáticas.

Si aparecen efectos secundarios

Pese a que pueden ser muy agudos en determinados momentos, es fundamental no descuidar las rutinas alimentarias.

  • Si aparecen molestias que afectan al estómago, conviene repartir la alimentación en varias tomas y comer los alimentos que más no apetezcan y mejor nos sienten.
  • Si hay dificultad para tragar (disfagia), se puede recurrir durante esos días a elaborar purés. Al contener gran cantidad de nutrientes (si se elaboran de la forma adecuada) y ser fáciles de ingerir, la persona en tratamiento oncológico seguirá obteniendo una nutrición correcta.
  • Otra idea es tomar una cucharada de algo untuoso antes de comer, por ejemplo, yogur, pudding e incluso un poco de aceite de oliva para hidratar la zona.

Una vez superado el cáncer, el estilo de vida debe ser similar al que seguiría cualquier persona que desee mejorar su salud.

Es decir, hacer ejercicio moderado y regular, llevar una dieta equilibrada, un buen descanso, reducir el estrés, evitar tóxicos y dedicar tiempo al autocuidado realizando actividades que nos hagan sentir bien.

descarta lo pobre en nutrientes

  • Los productos muy procesados y los ricos en azúcares (bebidas azucaradas, bollería, galletas o ciertos snacks) son muy energéticos, ricos en grasas de mala calidad, azúcares y pobres en nutrientes esenciales.
  • Las bebidas alcohólicas deben evitarse durante el tratamiento. La evidencia científica indica claramente que su consumo aumenta el riesgo de ciertos tumores. Por eso, conviene seguir limitándolas o evitarlas una vez superado el cáncer.

Más información www.fundaciokalida.org/es