Al hacer ejercicio nuestros músculos segregan en la sangre un tipo específico de proteínas llamadas mioquinas. Aunque hay varias teorías que han intentado explicar los efectos beneficios del ejercicio en el tratamiento de los tumores, hasta ahora a las mioquinas no se les había hecho mucho caso.
Una grupo de investigadores de la Universidad Edith Cowan (Australia) han descubierto que estas proteínas tienen un papel muy activo en frenar el crecimiento e incluso reducir las células tumorales en el cáncer de próstata.
Un prometedor descubrimiento, que detallan en un informe, y que ahora intentan comprobar en otros tipos de tumores.
El ejercicio mejora el pronóstico
“Sabemos desde hace tiempo que un paciente con cáncer que sea activo y que haga ejercicio tiene opciones de supervivencia más largas”, explica el profesor Rob Newton, supervisor del estudio.
- En algunos tipos de cáncer de mama y próstata, que son los más comunes, el riesgo de mortalidad baja un 60%.
Para intentar descubrir cómo beneficiaba el ejercicio, los investigadores reclutaron a una docena de pacientes de cáncer de próstata obesos.
A los tres meses de ejercicio se había frenado el avance del tumor
“Nuestro objetivo inicial era ver qué beneficios se obtenían bajando el peso de los pacientes”, explica el profesor Newton. Para ello se les puso un programa de ejercicios. Se les hizo un análisis de sangre antes y después del programa. Y un seguimiento de las células tumorales.
- Después de tres meses, al analizar la sangre sorprendió ver el aumento de las mioquinas.
Eso los llevó a analizar en laboratorio cómo actuaban las mioquinas sobre células cancerígenas: “Comprobamos una significativa reducción en el crecimiento de las células tumorales”, expone el investigador.
Qué efecto se consigue
Esta reducción se ha de poner en contexto. En los pocos casos analizados estamos hablando de entre un 6% y 7% de reducción.
“Hay que recordar que esto es una simple prueba de laboratorio -aclara el profesor Newton-. En el cuerpo el tumor está sometido a la interferencia constante de las mioquinas, por lo que a largo plazo podríamos llegar a ver una gran mejora”.
Las mioquinas en sí no matan a las células cancerígenas. Lo que hacen es frenarlas y asociarse con células del sistema inmune que sí pueden destruirlas. En concreto, las células T o macrófagos.
Ahora se está estudiando con otros tipos de cáncer y otros pacientes, no solo obesos, para ver si se consiguen iguales resultados.
Cuánto ejercicio hay que hacer
Puede ser extraordinariamente difícil hacer ejercicio cuando se está sometido a un tratamiento de cáncer. Los investigadores asumen que es un reto y por eso no puede aplicarse una norma única.
- La recomendación general actual que hacen es que se intente ejercitar regularmente pero no todos los días.
“Eso independientemente del grado de cáncer que se padezca e incluso si se está siguiendo un tratamiento difícil”, subraya el investigador.
La clave es crear músculo que es el que activa las proteínas protectoras
El tipo e intensidad de ejercicio puede variar. Para algunas personas con fatiga profunda puede ser suficiente unos pocos ejercicios más suaves.
“Lo que sabemos con seguridad es que las personas que se mantienen totalmente sedentarias no incentivan la reacción del cuerpo y empeoran la capacidad de tolerar el tratamiento”, avisa el profesor Newton.
Qué tipo de ejercicio conviene
El tipo de ejercicio más adecuado no es meramente para mantenerse activo. No sirve únicamente un paseo.
- “Lo que buscamos es crear masa muscular que es la que activa las mioquinas”, recuerda el investigador.
Por tanto los ejercicios han de ir dirigidos en esta dirección. En este sentido, es más efectivo un ejercicio corto pero intenso.
En el caso de esta investigación con pacientes con cáncer prostático, se les dio:
- Un programa mixto de ejercicio aeróbico (cardiorrespiratorio) con pruebas de resistencia.
- Lo hicieron tres sesiones por semana y además se les recomendó en casa que hicieran caminatas por su cuenta.
Ayuda también al tratamiento
El ejercicio no se plantea como algo único. Ya hemos dicho que también ayuda a soportar mejor el tratamiento.
En otros sentidos, también es un buen complemento del tratamiento antitumoral.
Por ejemplo, en el cáncer de próstata, complementa la terapia de eliminación de andrógenos. Es la que se prescribe en estos casos.
Esta terapia tiene un efecto en los músculos. Reduce la masa magra y crece la grasa. Hay que intentar revertir este efecto y en eso el ejercicio es básico.