La articulación de la cadera es una de las más importantes de nuestra anatomía porque nos proporciona estabilidad y carga con gran parte del peso de nuestro cuerpo.
Por ello también recibe el mayor impacto del suelo al andar y correr, unos factores que favorecen que pueda sufrir un importante desgaste.
Esto, sumado a la pérdida de densidad ósea que se va produciendo a partir de la menopausia, contribuye a que la fractura de cadera sea una de las más frecuentes en personas de avanzada edad.
Signos de alerta ante una rotura de cadera
Este tipo de fracturas, habituales a partir de los 65 años, suelen ocurrir por la unión de dos factores: un golpe y unos huesos débiles. Y es que unos huesos frágiles, desgastados por artrosis, osteoporosis..., es más fácil que se rompan tras una caída. Sin embargo, en algunas ocasiones, la caída se produce al romperse el hueso por su debilidad.
Pero la cadera no siempre se fractura debido a un trastorno óseo. Un fuerte traumatismo en la zona, tengas la edad que tengas, también puede provocarla.
¿Cómo podemos saber si nos la hemos fracturado?
El dolor se experimenta en la ingle o en los glúteos y se pueden irradiar por el muslo hasta la cara interna de la rodilla. No se puede mover la pierna; además, esta se ve como acortada, con el pie rotando hacia fuera.
Dolor en la ingle, la rodilla y el pie rotando hacía fuera son signos de fractura
Ante estos signos (que luego una radiografía deberá confirmar) lo mejor es que el afectado no se mueva para evitar más daño, y llamar a un servicio de urgencias para que se le traslade inmovilizado.
¿Cómo se produce la rotura?
Acostumbra a romperse el hueso del fémur (no el de la cadera), y puede hacerlo por distintas partes. Tienen peor pronóstico las fracturas de parte alta, que suelen afectar a la articulación con la cadera.
El alcance de la lesión será mayor o menor siempre en función de si los fragmentos de la fractura se han visto desplazados o no.
Suele bastar una radiografía simple para comprobar la rotura (solo en un 1% de los casos es preciso realizar una resonancia magnética). El hueso no suele desplazarse, pero eso no significa que sea una fractura menor.
¿Qué tratamiento se debería seguir?
El tratamiento depende del tipo de fractura. Si los fragmentos fracturados se han desplazado mínimamente o si se trata de una persona mayor de 65 años con problemas de movilidad, se prescribe reposo un par de semanas, con un vendaje o yeso en la pierna atado a una polea colocada sobre la cama. Si es necesario, se recetan analgésicos y/o sedantes.
Se recomiendan unos días de reposo y después, rehabilitación con un fisioterapeuta
También se suele recomendar hacer rehabilitación, que debe empezar lo antes posible y dura de dos semanas a varios meses, dependiendo de la edad del paciente y del alcance de la lesión.
En cuanto la persona afectada pueda, debe comenzar a trabajar los músculos implicados en el movimiento de la cadera y la extremidad. Para conseguirlo se hacen ejercicios asistidos por un fisioterapeuta.
CuÁndo es necesario pasar por quirófano
En muchas ocasiones, es necesario realizar una intervención quirúrgica para solucionar esta fractura.
Si la rotura se encuentra en la cabeza del fémur, puede colocarse un dispositivo metálico para ayudar a fijar la estructura, pero si el paciente tiene más de 70 suele optarse por reemplazar la pieza dañada por una prótesis o implante articular. Cuando lo que se ha roto es el trocánter, se suelen colocar tornillos, clavos y placas metálicas.
¿Cómo se realiza la intervención?
Actualmente, en la Sanidad Pública, una persona con la articulación dañada debe esperar unos 94 días para que le implanten una prótesis. Generalmente se utiliza anestesia epidural, aunque en algunos casos puede ser general.
- Primero se prepara la zona (eliminando todo lo dañado) para poder encajar la prótesis.
- Después se fijan sus componentes de forma biológica con materiales que estimulan la formación del hueso, o con cemento óseo.
- Por último se acoplan las piezas con una especia de bisagra entre ellas que facilita su articulación.
Tras la cirugía habrá que hacer un tiempo de reposo. Mientras este dure, el paciente suele llevar algún tipo de fijación (férulas, tracciones....) y recibe medicación contra posibles trombosis.
Después deberá realizar rehabilitación y extremar los cuidados para no volver a caerse.
¿Las prótesis implantadas duran siempre?
Según el Dr. Manuel Villanueva, Director de la Unidad de Recambios Protésicos de Cadera y Rodilla del Hospital Beata María Ana (Madrid), ahora las prótesis duran mucho más. "Los modelos actuales de prótesis no se desgastan tanto y duran más de 20 o 25 años. Además, en los últimos años se ha producido una revolución: los metales ultraporosos (tantalio o titanio ultraporoso) permiten que el hueso se agarre mejor a la prótesis, que la haga suya. Como hay más superficie de anclaje al hueso, pasa más tiempo antes de llegar a moverse y doler", asegura.
Consejos para evitar las fracturas
- Hacer ejercicio. La actividad física provoca la contracción muscular que favorece el depósito de calcio en el hueso, por ello practicar ejercicio físico moderado de forma habitual puede ayudarnos a mantener unos huesos más fuertes y evitar fracturas. Andar, nadar, practicar yoga, pilates, taichi o los ejercicios isométricos resultan especialmente recomendables.
- 15 minutos de sol. La vitamina D es esencial para que los huesos estén fuertes. Tu organismo fabrica toda la que necesitas en un día con solo exponerte al sol 15 minutos.
- Alimentación equilibrada que te aporte de calcio. Es el nutriente básico que necesitan los huesos. Se recomienda tomar, al menos, dos raciones de calcio al día (una ración es un vaso de leche; dos yogures; 50 g de queso...) y completar la dieta con otros alimentos también ricos en este mineral (por ejemplo, legumbres, almendras, avellanas, sésamo, algas, pescado de pequeño tamaño que se come con espinas...).
Hacer ejercicio físico y asegurarse el aporte adecuado de calcio y vitamina D, es esencial para tus huesos
- Evitar el consumo excesivo de alcohol, tabaco y café, que debilitan nuestros huesos.
- Ojo en casa. Pisar suelos mojados, tropezarse con una alfombra o un cable o llevar zapatillas desgastadas son las principales situaciones de riesgo en el hogar. Y todas son evitables. Un buen calzado para el exterior y no caminar mirando el teléfono móvil son otros consejos para que no se produzcan caídas de puertas para afuera.
- Revisa tu medicación. Ciertos fármacos aumentan las probabilidades de caída, como algunos de efecto diurético (pueden bajar demasiado la tensión) o tranquilizantes (pueden provocar aletargamiento).