En los últimos días se ha hecho viral una alarmante foto de la última operación estética de Leticia Sabater, una asidua a los retoques desde hace tiempo. A pesar de que su rostro, pasados unos días de la operación no aparece tan deformado, es cierto que en los últimos años su imagen ha cambiado radicalmente. No es la única que recurre de forma casi compulsiva al bisturí y acaba prácticamente irreconocible.
¿Qué puede haber detrás de la adicción a la cirugía estética? Enric Soler, psicólogo especialista en psicología de la salud y calidad de vida y profesor de los Estudios de Psicología y Educación de la UOC, nos da las claves.
Mala relación con el propio cuerpo
“La adicción a las operaciones es un síntoma de que la persona no se relaciona bien con su propio cuerpo”, explica soler.
Esto está muy relacionado con una baja autoestima. De hecho, hay estudios que indican que entre un 25% y un 40% de la autoestima está relacionada con la imagen corporal.
- La adolescencia es una etapa crucial en la relación con nuestro propio cuerpo. Es cuando perdemos el cuerpo infantil y damos la bienvenida al adulto, y en este proceso de cambio suele haber cierto conflicto interno, y puede haber una mala relación con la propia imagen.
“La adolescencia es una etapa evolutiva en la que uno puede empezar a relacionarse con su propia imagen corporal y llegar a hacer las paces con su cuerpo y aceptarlo tal como es”, explica el psicólogo.
Sin embargo, a veces la mala relación con el cuerpo se alarga en el tiempo mucho más allá de la adolescencia y hay personas que no llegan a aceptar su imagen o que desarrollan problemas con la evolución de su cuerpo, es decir, con los cambios propios del envejecimiento.
“A partir de cierto momento, todo lo que nos pasa a nivel del cuerpo son pérdidas (empezamos a perder vista, la elasticidad…)”, comenta, “todas estas pérdidas ayudan a integrar la Gran Pérdida, que es la pérdida de la propia existencia”.
Sin embargo, hay personas que no aprenden a aceptar estas pérdidas y los cambios corporales que implican y, mediante las operaciones estéticas, “pretenden pasar de tener un cuerpo casi juvenil a la muerte”.
Presión social y económica
A todo ello hay que sumar las presiones externas. A partir de la adolescencia, la presión social y económica prácticamente nos obliga a tener un cuerpo perfecto.
“Estamos sometidos a una sociedad que exige unos cánones y estándares de belleza que prácticamente se podrían considerar violencia hacia las personas”, asegura Soler. “Y afecta mucho más a la mujer, por lo que se podría considerar una violencia de género ejercida por todas aquellas grandes empresas que tienen que ver con la imagen”.
Las redes sociales juegan también un papel importante en la difusión de los estándares de belleza impuestos.
Distorsión de la propia imagen
Muchas personas sienten insatisfacción con alguna parte de su cuerpo o le gustaría cambiar algo de su físico, y hacerse una operación estética puntual no tiene por qué indicar ningún problema.
Sin embargo, en algunos casos la insatisfacción constante se debe a un trastorno dismórfico corporal, que ocurre cuando la persona se obsesiona con su imagen y tiene una percepción exagerada y distorsionada de supuestos defectos físicos.
- Estos defectos no siempre son reales, aunque la persona así lo crea.
La obsesión por el físico puede llevar a conductas repetitivas como mirarse constantemente al espejo (a veces durante muchas horas al día) o lavarse la cara continuamente, sentir vergüenza, ansiedad y evitar el contacto social. En los casos más extremos, la persona recurre a la cirugía estética para intentar arreglar aquellos supuestos defectos que les obsesionan.
- Sin embargo, y a pesar de que tras el paso por el quirófano temporalmente se pueda reducir la ansiedad, suele volver a aparecer. Es por ello que las personas con dismorfia acuden a los tratamientos estéticos de forma recurrente.
“Cuando el nivel de aceptación de tu propio cuerpo se tan bajo realmente tienes un problema grave y se produce una distorsión de la propia imagen”, explica Soler. Puede que ni siquiera veas que el resultado de las operaciones es cada vez peor.
“Es como la persona que tiene anorexia y aunque pese 30 kg no percibe que está en los huesos”.
Cómo se trata la obsesión por la estética
Cuando la obsesión por la estética lleva a conductas que no son normales como operarse de forma compulsiva, hay que buscar ayuda terapéutica.
“Antes que nada, como en cualquier terapia, la persona debe darse cuenta y tomar conciencia de que no puede estar toda la vida luchando contra su propio cuerpo y maltratándolo”, destaca el especialista.
A partir de aquí, habrá que analizar el origen del problema: cómo es su autoestima, si tiene algún problema que le dificulta la interacción social y cree que con un cuerpo diferente le sería más fácil relacionarse, si no disfruta de su sexualidad y cree que se por su propio cuerpo, ver si hay algún problema depresivo o algún desorden de la alimentación que esté también vinculado con esta mala relación entre uno y su propio cuerpo, etc.
No existe una fórmula mágica. La psicoterapia es un traje hecho a medida y por tanto siempre será diferente por cada persona
“El objetivo es reconstruir el sentido del propio yo”, explica Soler. “Redefinirte como un yo que va mucho más allá del conjunto de células que conforman tu cuerpo y ser consciente de que tu cuerpo transporta algo que es mucho más importante que el propio cuerpo, que es el ser (el yo)”.
Famosos adictos al a cirugía
Leticia Sabater no es la única persona famosa ha recurrido de forma exagerada a la cirugía estética. Renée Zellweger, la protagonista de “El Diario de Bridget Jones”, ha sorprendido diversas veces en los últimos años con sus cambios físicos que hacen que actualmente sea difícil reconocerla.
Courteney Cox, la famosa Monica Geller de “Friends”, reconoció hace poco que la presión por luchar contra el envejecimiento la llevó a someterse a diversos tratamientos e inyecciones de relleno facial que le deformaban el rostro, algo que solo empezó a ver cuando sus amigos le hicieron notar que ya no se parecía a sí misma.
Puede que las mujeres recurran más a la cirugía, pero el de Michael Jackson es, quizás, el caso más famoso de adicción a la cirugía. El rey del pop pasó tantas veces por el quirófano que en los últimos años de su vida casi no tenía nariz.
Mickey Rourke pasó de ser uno de los galanes de Hollywood más solicitados de los 90 a lucir un rostro desfigurado por las múltiples operaciones a las que se ha sometido.
- En su caso todo empezó tras romperse la nariz practicando boxeo y, según él ha explicado, dar con malos cirujanos.