El duelo genético, cómo gestionar el sentimiento de pérdida cuando se recurre a la reproducción asistida

El duelo genético es un proceso del que poca gente habla. Cuando una pareja recurre a la donación de óvulos o esperma para tener un hijo sus emociones juegan un papel muy importante. A la ilusión de ser padres, puede unirse sentimientos de fracaso, tristeza, dolor o ansiedad.

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Durante un tratamiento de reproducción asistida se combinan sentimientos contradictorios, de emoción, esperanza y a la vez de pérdida y fracaso.

Pablo Cubí
Pablo Cubí del Amo

Periodista

En el momento en que una pareja o una mujer sola recurre a la inseminación artificial o a la fecundación in vitro estamos en la mayoría de casos en la decisión final de un proceso difícil en que se ha tenido que asumir que algo impide lograr un embarazo de forma natural.

Las solicitudes de tratamientos de reproducción asistida han aumentado un 20% en el último año y cada vez más es habitual ofrecer a las parejas un acompañamiento psicológico ya que el equilibrio emocional es de vital importancia para no abandonar los tratamientos.

El recurrir a una donante de óvulos o al esperma de otro hombre o incluso a un embrión hacen surgir preguntas lógicas: ¿seré un padre o madre como los demás? ¿A quién se parecerá mi hijo? ¿Me querrá igual cuando lo sepa?

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Son situaciones en las que se combinan sentimientos contradictorios, de emoción, esperanza y a la vez de pérdida y fracaso. Un proceso complejo que hasta ahora se había estudiado y visibilizado poco.

Este proceso por el que atraviesan uno de los padres o ambos cuando recurren a la donación en un centro de reproducción asistida se llama duelo genético.

Además de cuestionarse su maternidad o paternidad pueden aparecer en mayor o menor grado momentos de tristeza, dolor o ansiedad. Estos sentimientos pueden llegar incluso a depresión y requerir la atención de un profesional de la salud mental.

El duelo genético aparece, sobre todo, porque el paciente a veces lo vive como una pérdida en su capacidad reproductiva o como un fracaso y con miedo a lo desconocido”, apunta la ginecóloga Isabel Vielsa, directora médica de Clínicas Eva.

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Este proceso de duelo suele ser más significativo en el caso de los hombres. Ellos pueden sentir con mayor certidumbre que no han participado en ninguna fase del proceso del embarazo.

Aunque la mujer recurra a óvulos de donante, es la que lleva en su interior el bebé, sin distinciones en cuanto a la procedencia del material genético”, explica la doctora Vielsa.

De ahí que cuando se recurre a donantes, es importante que los futuros padres que van al centro de reproducción estén bien informados y asistidosno solo de los tratamientos y pasos, sino también de las consecuencias psicológicas que puede acarrear seguir adelante”, recalca la ginecóloga.

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Como sucede con cualquier otro proceso de duelo, sea de la naturaleza que sea, la persona transita por una serie de fases, bien conocidas, que van desde el rechazo de la realidad, al enfado, la tristeza y finalmente la aceptación.

Para la futura madre, el proceso puede ser más sencillo. El convertirse en una gestante va a crear un vínculo emocional a lo largo del embarazo que acelere este duelo genético.

Este proceso de duelo tampoco tiene por qué ser problemático, sino meramente natural. “Se requiere dolor emocional para llorar lo perdido (ser madre a través de tu genética) y aceptar la nueva situación (ser madre con el óvulo de otra mujer)”, explica la psicóloga Pilar Conde, directora técnica de Clínicas Origen.

Cómo se puede ayudar en este duelo genético

En todo caso, la capacidad de pasar mejor o peor este proceso de duelo va a depender también de valores de cada uno: del concepto de masculinidad o femineidad que se tenga, o del concepto de familia que se le haya inculcado a la persona y de lo que pese la importancia de la herencia genética.

La necesidad de transmitir nuestra herencia genética no es un sentimiento compulsivo inevitable. De hecho, hay muchas personas que no lo tienen, que no han tenido la necesidad de tener hijos o que han sido igualmente felices como padres adoptivos.

Hay muchas maneras de dejar huella de nuestro paso. Ser padres no es solo genética. El amor, la educación, transmitir unos valores, tiene tanta o más importancia.

Además, los genes pueden modificarse sin que cambie el ADN. Hay otros factores que influyen en esos genes: el clima, los hábitos de vida, la educación. Esta transformación genética externa se llama epigenética. Explicarles a los padres su importancia puede ayudarles a relativizar el peso de la herencia genética.

El valor fundamental de la gestación

La epigenética es especialmente significativa durante la gestación. La madre gestante tiene un papel fundamental pues controla la lectura del genoma del nuevo bebe. Es decir, la información genética del niño se modifica durante los meses de gestación. Por eso, incluso sin ser su propio óvulo, el bebé se parece mucho a la madre gestante.

Es una información que puede ayudar a procesar el duelo. En todo caso, como admite la psicóloga Conde, “aún cuesta reconocer que se ha precisado de material genético ajeno para culminar el proceso de ser padres”. No hay que avergonzarse de ello, sino asumirlo como una característica de nuestra personalidad. Es un tema poco visibilizado y que debe estudiarse en más profundidad.